Continua el asesinato del agua
El 28 de agosto fue asesinado Roberto Antonio Argueta defensor de los derechos del agua, procesado por el estado, por defender el agua de la comunidad de Guapinol y de la lucha del Comité Municipal de Bienes Comunes que clama la existencia de comunidades libres de la explotación minera en Tocoa, Colón, Honduras.
Condenamos este acto brutal que viola el derecho humano de uno de los grandes defensores de los derechos económicos sociales, relacionado a los territorios y al agua.
El agua es una unidad viva y cuando se encarcela o se contamina se enferma y muere. La enfermedad y la muerte del agua es la muerte de las comunidades.
Juan Almendarez.
Honduras: Agua, desarrollo y Derechos Humanos
Cuando el agua se convierte en mercancía y su acceso es desigual, tanto en calidad, como en cantidad se violan los derechos humanos individuales, comunitarios y el derecho de la Madre Tierra.
“Dado que este registro “colonizador” ignora las “relaciones de la diferencia” y las “complejas dinámicas de la diversidad cultural”, la alternativa es “descolonizar” las realidades sociales (no sólo) latinoamericanas. Este proceso pasa por deconstruir- abandonar el discurso del desarrollo y pensar un tiempo-espacio actual, concebido como anti-desarrollo (para otros post-desarrollo), y por deconstruir los parámetros sobre los que se fundan las ciencias sociales eurocéntricas hegemónicas: disección de la realidad (economía, sociedad, política, Estado, etc.), acentuado antropocen- trismo en referencia al “mundo de la vida”, y escasa atención a los conocimientos y prácticas locales o del lugar”. Ivonne Farah y Fernanda Wanderley

Según Heráclito, “uno no puede bañarse dos veces en el mismo río”. Sin embargo, esto no ocurre en las aguas encarceladas (represas) en donde el agua deja de ser el movimiento de la unidad de la vida y de la Madre Tierra.
No se puede vivir sin agua. El agua contaminada con tóxicos, residuos industriales, metales que son liberados por el modelo extractivo minero (plomo, arsénico , cadmio, mercurio, níquel, aluminio, manganeso, cadmio y otros), plaguicidas, fertilizantes, bifenilos policlorados de los transformadores eléctricos y microorganismos peligrosos para la salud, son indicadores de la mala calidad de vida y el modo de vivir bajo condiciones de explotación humana y destrucción ambiental que tiene su fundamento en las relaciones patriarcales, desiguales, de clase y género, expresadas en el racismo y la pobreza que ocasiona históricamente el capitalismo y las relaciones imperiales.
Cuando hablamos de la vida nos referimos a la totalidad de los seres vivientes, o mejor expresado: la comunidad de seres vivos que intercambian energía, alimentos y minerales en el espacio vivo de la corteza terrestre que se llama biosfera.
El intercambio se realiza mediante los ciclos biogeoquímicos (oxígeno, anhídridos, gas carbónico, nitrógeno, azufre, fósforo) y el hidrológico, que interviene en la regulación de todos los ciclos. El agua es la molécula más abundante de la biosfera y se encuentra en tres estados: líquido, gas (vapor) y sólido (hielo).
Es una verdad científica, técnica y popular, que sin el agua no podemos vivir, y cuando el agua se convierte en mercancía y su acceso es desigual, tanto en calidad, como en cantidad se violan los derechos humanos individuales, comunitarios y el derecho de la Madre Tierra; así lo han comprendido las culturas ancestrales y lo han concretado en su Constitución y Leyes ante el mundo pueblos como el boliviano.
La visión de la totalidad de la vida en sus interacciones, dinámicas de intercambio, convolución de especies y medios, transformación e historia, contrasta con el enfoque reduccionista de salud separada de las relaciones sociedad/naturaleza, las relaciones de poder y dominación en el seno de Estado mismo y entre los Estados hegemónicos y subalternos.
Los trabajadores de la salud son obligados por las políticas capitalistas a ser enfermólogos, o sea, a estudiar y trabajar por las enfermedades y no por la vida. Este enfoque reduccionista separa la relación fundamental de la salud con las condiciones de vida, los modos de producción social y la cultura.
De esta manera los monocultivos, los transgénicos (Monsanto), los desalojos violentos de los territorios de los pueblos originarios y de los garífunas, los agronegocios (de banano, caña y agrocombustibles), las injustas leyes mineras y forestales; las Ciudades Charter (Zonas Especiales de Desarrollo o zonas económicas de trabajo) y las megarepresas son la manifestación más cruel e inhumana de las multinacionales, que explotan los bienes naturales y la vida humana en el marco de la lógica de la acumulación del capital y la desposesión de los territorios En consecuencia, afectan el derecho al agua, la soberanía alimentaria y la autodeterminación de los pueblos.
La problemática sobre el agua está estrechamente vinculada al enfoque del desarrollo. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿desde qué perspectiva se considera el desarrollo?
Las políticas del Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y otros organismos financieros apoyan el modelo extractivo minero, los megaproyectos: represas, turismo y agrocombustibles, que menoscaban profundamente los ciclos del agua y los biogeoquímicos como parte de la modernización, progreso y desarrollo de los países occidentales, que se corresponde con la promoción de leyes y políticas de sometimiento de nuestra América.
El desafío es descolonizar las falsas políticas de desarrollo, defender los territorios y la cultura; lograr la unidad solidaria y la dignidad histórica de los pueblos de América Latina. La lucha por el derecho al agua es inseparable de los procesos de emancipación del neocolonialismo y coloniaje histórico.
Tegucigalpa 29 de agosto de 2019
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