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LA ENFERMA QUE CURÓ A SU MÉDICO

LA ENFERMA QUE CURÓ A SU MÉDICO




Mosaico por el artista Luis Méndez

 

Carlos del Mar, de 23 años de edad, trigueño de estatura mediana, de trato afable y compasivo, decidió estudiar investigación científica y clínica médica hospitalaria, motivado por su madre, quien además le aconsejó  que nunca se olvidara de las plantas medicinales.

Realizó estudios de especialización en un hospital de Nueva York durante 4 años, el 70 % estuvo dedicado a la investigación científica y un 30% a la atención médica hospitalaria.

Inmediatamente después de que hubo realizado su postgrado, regresó a su país con un gran entusiasmo de educar y servir a los enfermos.

Durante la participación en una entrevista televisiva manifestó que era necesario además del desarrollo tecnológico de la medicina, utilizar las plantas medicinales. Esta declaración fue objeto de mucha controversia entre sus colegas porque la idea de estudiar y mucho menos utilizar plantas medicinales en el ejercicio de la  medicina,  era considerada en el sector profesional y el público mismo como una práctica propia de los curanderos, o “hierberos”. E incluso podría resultar sospechosa de curandería.

En uno de los barrios modestos de la capital, instaló su clínica con muebles y equipos médicos sencillos que le había donado como herencia su madre.

En una de las tardes, recibió una llamada de alguien que quería una entrevista para tratar a su madre, a quien habían diagnosticado un carcinoma de endometrio y que fue atendida en el Oncololical Center de la capital por dos expertos que le manifestaron que necesitaban un tratamiento a base de quimioterapia y la aplicación de radioterapia porque el cáncer le estaba avanzado. Hortensia, quien había llamado, agregó que le advertía que la madre de ella tenía un rechazo hacia los médicos y que por favor “le tuviera paciencia”.

Hortensia y su madre Clemencia se presentaron en la clínica en el día señalado. Clemencia, de 60 años, era una mujer vestida con ropas humildes, con estatura baja, cabellera larga y ligeramente encanecida, tenía un test pálida y su rostro reflejaba tristeza. No obstante, se sintió mejor en esa oficina que en el centro oncológico que reflejaba mayor sentido de modernidad y equipo clínico.

Por el contrario, Hortensia se sintió incómoda en esta clínica y observó un solo título que certificaba la graduación del doctor Carlos Del Mar, a diferencia de 20 títulos que llenaban toda la pared de la oficina del médico en el Oncololical Center.

El doctor  Del Mar, les manifestó a las visitantes que él no cobraría honorarios porque su servicio lo hacía en memoria de su madre Antonia y les explicó que respetaba mucho la cultura y las creencias religiosas, así como el enfoque que tenían los colegas del centro, cuya formación era más especializada en este campo y recomendó que si lo deseaban continuara con ellos. Inmediatamente Clemencia manifestó que la decisión de recibir quimio y radioterapia para ella era inaceptable, “así que díganos si nos quiere atender, porque si no saldríamos inmediatamente de esta oficina”.

Después de un largo interrogatorio clínico, el médico le puso a consideración la conducta terapéutica a seguir y les expresó lo siguiente: “Soy científico, y sé que algunos utilizan plantas medicinales, pero es importante considerar los avances técnicos.

Estimo que la fe ayuda mucho en estos casos, lo mismo que una dieta adecuada, la continuación  de los calmantes del dolor que le indicaron los médicos y “según vaya avanzando el tratamiento que voy a indicar vamos a considerar la posibilidad de algunas plantas”. Le indicó una nueva cita dentro de tres semanas. Hortensia y Clemencia, se despidieron agradeciendo al doctor sus atenciones. Pasada la fecha de la cita Carlos Del Mar, recibió una llamada por parte de Hortensia, quien le dijo: “Estoy preocupada por ella porque sólo pasa encerrada, acostada, no quiere levantarse, aqueja de mucho dolor y pasa de mal carácter y discute con frecuencia conmigo. Yo le voy avisar cuándo puede hablar con usted”

Al día siguiente, el doctor tomó la iniciativa de hacerle una visita domiciliaria a Clemencia. Llegó a la casa y le pidió a Hortensia que le permitiera hablar a solas con ella. La enferma le manifestó que estaba desesperada por irse a su pueblo, puesto que él le había dicho que tomaba en cuenta las creencias religiosas, pero que en el sentido real ni tan siquiera le había preguntado qué religión tenía: “ Soy católica; no obstante, tengo un altar con  mis dos santos:  San Judas de Tadeo y a San Martin de Porres, guardianes de mi espíritu, y la verdad es que no me gusta ir con frecuencia a la iglesia , me gusta estar tranquila y sentarme y conversar con Dios y conmigo misma a solas en mi altar, con el aroma de las flores y sentirme en libertad. Por otra parte, casi no conversamos con mi hija, porque pasa hablando a solas con el teléfono, yo creo que esta gente de la ciudad parece estar un poco loca”.

“Por otro lado, ya no aguanto tanta noticia en la televisión, sólo hablan de muertos, de asaltos, de violencia y asesinatos, ¿entonces? ¿Cómo se me va acabar el dolor si sólo paso nerviosa? Y en cuanto a usted doctor, que me dio una dieta que es horrible, me quitó el café y a mí me gusta el café de palo en la mañana, me quitó la cuajada, me agrada tomar  leche a pie de la vaca, luego me dijo que me podía comer dos tortillas, pero aquí solo hay comidas de Maseca que solo me están convirtiendo en “más – seca”. Y luego me prohibió casi todo, si el alma no está feliz, el cuerpo no come; por lo tanto, tengo más sangrado. ¿Entonces doctor, qué hacemos?”

De inmediatamente el médico le dijo: “Muy bien, le cambiaremos la dieta, usted puede comer las cositas que le gustan, eso sí tómese las vitaminas y por otro lado dígame una cosa, ¿usted quiere estar aquí o quiere irse a su pueblo?”  

­-“Quiero ir a mi pueblo en el Valle de Siria, a ver a mis nietos y estar en mi casa, donde me gusta levantarme en la mañana, salir a caminar, ver el amanecer, ver la estrella de la mañana y tomar mi bañito de sol así como agarrar la escoba de malva, otra limpiar la cocina, me gustan los pocillos de barro, los platos de barro y no de plástico, el agua fresca del cántaro después de ser filtrada y luego me encanta blanquear la hornilla con cal, por otro lado, blanquear la pared y sentirme que yo mando en mi casa y nadie me manda; cosa que me agrada esparcir las semillas a las gallinas y los gallos y también ver cómo están mis nietos, reunirme con las amigas; sobre todo el encuentro con los  niños y niñas de los vecinos, contar cuentos y las leyendas y a veces me gusta caminar un poco más cerca de la quebrada y apreciar la música de las gotitas que acarician las piedras, luego usted me ha dicho que medite, pero yo no entiendo tener el cuerpo embarado y que me concentre en la respiración. ¿No es muy incómodo? A mí me encanta ver cuando el colibrí besa las flores y a contemplar aquello que me relaja y estoy tranquila y oigo el canto de los pajarillos. Además es placentero recostarme en la hamaca tendida entre dos arboles, respirar tranquila y relajadamente bajo el sueño inducido por los movimientos oscilantes de la hamaca que danza con los vientos  y aquí lo único que oigo son las balas, los morteros de los cuetes y el bullicio de la gente que anda como loca y no se nota tranquilidad, como ve doctor no estoy contenta y me gustaría que usted me explicara porque tengo este mal. O sea, hasta el momento, a pesar de que usted es amable, pero no me ha tomado en cuenta para este diagnóstico ni en el tratamiento”.

El doctor dijo: “le expresé a Hortensia que en dos semanas comenzamos el tratamiento con dos plantas medicinales y que dentro de 15 días estoy conversando con usted”. Pasaron los 15 días y Carlos recibió una llamada donde Hortensia le decía Clemencia estaba mejor, el dolor se había aliviado, estaba con buen apetito y estado de ánimo y le manifestó que ya no estaba en Tegucigalpa, estaba en su pueblo, en su casa y que ya no vendría a la capital. Él le preguntó que si iniciaba el tratamiento de las plantas medicinales que le había explicado y e Hortensia le dijo: mi madre considera que esta curada.

Carlos se quedó intrigado y decidió hablar directamente con Clemencia.

Clemencia respondió, en forma muy alegre la llamada del médico, le dijo: “Doctor, quiero agradecerle su generosidad, pero también quiero decirle algo muy importante, soy hierbera y también una persona muy observadora y como ustedes los médicos a veces tienen sus formas de pensar y nunca nos preguntan a los dolientes qué creemos que pueda producirnos esta enfermedad y cómo podríamos tratarla. Le diré algo:

“Hace unos 40 años hubo una campaña de esterilización masiva quirúrgica, con el objeto de prevenir embarazos, sin embargo, alguna de nosotras nos opusimos y para este fin nos administraron sin nuestra autorización hormonas femeninas y yo fui una víctima de una equivocación que en vez de la hormona Depo Provera me administraron una dosis masiva de estrógenos por un periodo prolongado, por lo cual creo que desarrollé un cáncer de endometrio no obstante su buena disposición para cambiar el modelo médico en donde la entrevista es casi una orden porque no toman en cuenta nuestras opiniones e incluso cuando se trata de aconsejar se ve que la medicina está alejada de la vida, de la naturaleza y de las creencias.

“Para mí, las hierbas no solamente se trata de tomarlas como nos dicen a veces que nos tomemos té negro, té verde, te Lipton que vienen de otros países cuando tenemos centenares tés nuestros que son parte de nuestra cultura, que luego nos quieren meter comidas que nos intoxican y no son nuestras,  y no nos hablan de plantas que hay que amarlas y quererlas y que también hay que pedirle permiso a la madre tierra que tanto dañamos, cuando hay cáncer nunca hablan que lo producen los plaguicidas, los fertilizantes y todas esas explotaciones mineras, es una medicina muy lejos del amor y de las creencias religiosas, sólo nos dicen que la medicina es técnica y ciencia, pero sin conciencia y cuesta un ojo de la cara porque la salud pública del gobierno esta mercantilizada y hay mucha corrupción .

“Doctor  Carlos Del Mar, tiene que sentirse que realmente usted cree en las plantas, en el derecho que tenemos nosotras de pensar en nuestra propia salud, de creer en nuestras propias creencias; igualmente usted debería hablar orgulloso de las plantas medicinales, del consejo de su madre pero usted no defiende sus ideas que son hermosas, lo que quiero decir es que le falta aprender a ser, a creer que en este humilde país tenemos que tener ideas grandes, mejores que esos grandes centros que saben que una de las causas del cáncer es la contaminación de las industria y venenos que nos mandan, aprenda a ser un nuevo médico y usted va a tener mayor salud y mayor esperanza, gracias doctor, buena suerte en su vida y muy agradecida con usted, hay que luchar”.

El doctor Carlos Del Mar  quedó muy agradecido con aquellas palabras, y  en ese momento recibía una invitación para un congreso científico en Estados Unidos y su amigo le decía en pie de nota, “no hables de las plantas medicinales en este congreso porque vas a perder credibilidad”…

Esta vez,  el joven médico, después de la experiencia con Clemencia, le manifestó a su amigo, con firmeza: “¡Únicamente hablaré en este congreso, que las plantas medicinales me han curado!”.

 

 

Reconocimiento:

Se agradece el diseño del dibujo del colibrí por el artista nacional Luis Méndez, pintor y fotógrafo, la cooperación técnica en la presentación de la portada y el trabajo de computación de Jefry Izcano, ambos son seres talentosos que con su trabajo están contribuyendo sustancialmente a mejorar la  comunicación de nuestras ideas por una salud de la vida total, la holobiosalud.

En nuestros diálogos con el escritor Eduardo Bähr, he aprendido que la literatura puede ser tan rigurosa y creativa como la ciencia  y en muchas circunstancias la técnica y la ciencia son castradas erróneamente de las emociones; Este gran escritor hondureño, me ha enseñado el arduo camino que me falta que recorrer a mi edad de 82 años en el campo hermoso de la pedagogía del relato del cuento y la historieta en el movimiento total de la vida planetaria de la humanidad. ¡Gracias Eduardo! 






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