Juan Almendares
Era el primer año escolar, niños oscilaban entre 6 y 15 años,
no existían las escuelas nocturnas, y mientras llegaba el maestro,
los niños mayores afilaban los cuchillos con las piedras.
El afilar recordaba la imagen musical de los violines;
De pronto llegó el maestro Don Francisco,
Quien saludó quitándose el sombrero
y colocando su pistola sobre la mesa dijo:
“¡Pongan todos, sus piedras y cuchillos en la mesa!
yo también he puesto mi pistola,
esta es una forma de respeto mutuo
y así nos llevaremos bien”.
I
Ustedes usan las piedras para que los cuchillos
Corten las tripas de las vacas, y los humanos
Tomamos la sopa de mondongo
Y por eso, les llaman mondongueros
Los cuchillos no cortan solos,
Sino que interviene la mano humana
La pistola es un arma que mata con las piedras de plomo
Pero solo puede matar si el ser humano dispara la bala
Una piedra hiere cuando es lanzada por un alma perversa
II
La realidad tiene dos caras,
la verdad es la vida y la mentira es el mal
Les invito a tomar una sopa de frijoles
Y no necesitamos matar a una vaca
Porque en este país hay más balas que frijoles
Por eso me gusta el silencio y la quietud de las piedras.
III
Todos conocen a Carlos, el loco de la calle
Que cuando deambula solitario, la gente lo apedrea
Y de las pedradas ha quedado epiléptico,
Cuando recibe un nuevo trauma convulsiona
Se le tuerce la cara y se muerde la lengua
Lo perverso no es la piedra,
Son los seres que proyectan su violencia
Al romper el silencio del alma libre
y el silencio musical de las piedras
Durante las vacaciones escolares, estuve en la casa de mi abuela
Una mujer de estatura baja, cabellera larga
Trigueña de ojos azules, era muy cariñosa
Y cada mañana me enseñaba a cómo preparar el desayuno,
Barrer la casa y a usar la piedra de moler,
aprendí a moler la masa de maíz y los frijoles
Luego me dijo:
los hombres deben hacer lo que hacemos las mujeres.
Una mañana fuimos a la quebrada a lavar la ropa
Y luego a cuidar el huerto, regar las plantas de culantro
Hierba buena, romero, el naranjo, el limonero, el achiote
El pataste y la espinaca, luego nos sentamos en una piedra
para mirar los colibríes libar el néctar de las madreselvas
Y sentir el alma libre y el silencio musical de las piedras
IV
Un día de clase, el maestro Francisco nos habló con tristeza:
“He sido llamado por la dirección, para recibir la orden siguiente;
Debe llevar todos sus alumnos a presenciar el fusilamiento de un preso,
La razón es disciplinar a los niños, para que aprendan a no violar la ley
Porque la pena de muerte es la más dura lección.
Tengo que hacerlo -dijo el maestro-
porque si no cumplo este mandato, me despiden;
deseo continuar mi relación pedagógica con ustedes,
Que ironía, terminó la segunda guerra mundial
Y murieron 70 millones de seres humanos
Y hoy, presenciamos el asesinato de un hombre,
Que le dieron el tiro de gracia y le volaron la tapa de los sesos
Y todas nuestras lágrimas, nunca podrán expresar
Nuestro profundo dolor; la pena de muerte no es una solución
¿Quién es responsable de los 70 millones?
¿Una persona o un sistema poderoso mundial?
Pasaron los años y el trauma nunca desapareció...
Algunos de mis compañeros murieron asesinados
Y uno de ellos falleció en el manicomio
en algunos de nosotros, el insomnio,
Y la memoria del trauma persistió por toda la vida.
Las cárceles, son infiernos de injusticia y centros de aislamiento
Y máxima tortura.
V
En el siglo XXI, por la extracción minera
se siguen triturando las piedras en las montañas;
la dinamita y las bombas atómicas
producen el derrumbe y la devastación Del bosque y las montañas
ponen en peligro el alma libre y el silencio musical de las piedras
VI
Nuestros pueblos de América Latina y El Caribe,
Sufren la violencia histórica contra sus montañas,
Cerros, ríos, mares y bosques, donde la madre tierra
Es violentada por la fuerza monstruosa del cambio climático
La Tecnología y la guerra han destruido el alma libre y el silencio musical de las piedras
y han construido un arsenal nuclear que puede destruir toda la humanidad.
Reconocimiento
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